Ya he cumplido mi primera semana en tierras danesas. Han sucedido cosas extrañas, pero la más importante es que finally me estoy haciendo con el tema del frío. Ahora ya no necesito ponerme cien capas para ir al edificio de al lado, ni siento que voy a desmayarme cuando salgo de un bar.
El curso lo ha cambiado todo (vamos, esa es su función). Es
alucinante lo de conocer gente de cada país, que te cuenten sus propias
historias, cómo se lo montan de fiesta, cómo funcionan las cosas en sus países…
Básicamente eso es lo mejor del Erasmus.
Me encanta encontrarme spanish people everywhere. Siempre
encontrarás a un españolito wherever you go. Llevo aquí solo una semana y al
menos tres días nos hemos encontrado con gente que no sé como coño ha acabado
en Roskilde, pero es bonito lo de llorar todos juntos por las pocas horas de
luz y por cómo echamos de menos lo más tradicional de España: estar en la
calle.
Anoche salimos por Copenhague y la fiesta literalmente
empezó a las 8 de la tarde. La happy hour era de 16:00 a 22:00. La gente se
empezó a cansar y cuando estaba hablando con el primer danés de mi vida me
dijeron que nos pirabamos, like WHAT? NOOOOO. But yes, en el momento álgido de
la noche.
A las 04:00 estábamos en Trekroner Station, y decidimos
pasarnos por Kolibrien para unirnos a una supuesta fiesta de cumpleaños que
cuando llegamos había muerto completamente. A mi me daba mucha pena los globos
abandonados y las caretas con la cara del tío rondando por ahí, y todos
durmiendo. Total, que no había fiesta, pero si una cocina. Mi amiga italiana
cocino una fritatta, que en el fondo es una tortilla de francesa con queso y
jamón serrano (del real, aportado por mi querida Itsaso), y ya con el estómago
lleno nos venimos a Korallen en la completa y acojonante oscuridad roskildiana.
(Mi primera tortilla de patatas. Very important moment in every Erasmus life).