sábado, 19 de enero de 2013

Shock en tierras danesas.


Esto lo escribí ayer en mi camita a las 9 de la noche instantes antes de quedarme frita:

Segundo día en Dinamarca y primero en Trekoner. He tenido 5 minutos de wifi para contactar con la civilización a través de mi hermana y mi mejor amiga Jen. He publicado una foto en Twitter para mostrar mi super-outfit en las tierras danesas, que consiste en estar cubierta de los pies a la cabeza por varias capas.

Esa ha sido toda mi conexión con mi amado Madrid.

Después de los -10 grados de la primera noche todo parece de risa. Mis padres revolotean a mi alrededor durante todo el día y yo me debato entre resistirme o vencer al amor fraternal que me impide descolgarme de mi hogar, pero que aplaca la tristeza de esta soledad roskildiana.

Parece ser que la cocina cercana a mi habitación, que no mi cocina (thank God) es la predilecta de todos los Erasmus, y hace unos días los franceses decidieron organizar una gran cena, consistente en un pollo cuyo cadáver aún yace sobre la encimera, atravesado por un gran palo coronado por un huevo duro. Yo tampoco lo entiendo. El olor aún no es espeluznante, no así la amenaza del conserje: si en dos días la cocina no está limpia llamará a la señora de la limpieza. Pagada por los residentes, claro.

Por lo demás, hemos visitado el supermercado donde nos han desangrado con los precios y la cantidad indecente de comida ecológica, y hemos ido al lugar preferido por todo rubio alto de ojos azules y mejillas sonrojadas: Ikea. Las distancias me parecen el doble de largas cuando todo está cubierto de nieve y mañana sábado espero que las cosas mejoren en cuanto a ambiente social y palique.



Hoy ya es "mañana" y sigue igual de solitario todo. El lunes, el lunes....

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